FLORES DE NOVIEMBRE
Alberto Híjar
Como cada año, las sexoservidoras de La Merced, el mercado más antiguo de México en proceso de extinción, organizan su ofrenda de muertos, en esta ocasión en la añosa esquina de San Pablo y Cruces. La ofrenda resulta impresionante porque expone algo de la ropa de las muertas por el SIDA o por asesinato, acompañado por cédulas donde se añora a la víctima con letras chuecas propias de quienes cursaron no más allá del cuarto de primaria, grado máximo escolar en las comunidades paupérrimas de Tlaxcala, Puebla o Oaxaca de donde vienen quienes toda su vida han sufrido miseria, violencia y explotación. El antropólogo Álvaro Angoa lleva no menos de quince años trabajando para librarlas de los acosos policíacos y de las amenazas de quienes han decidido limpiar el Centro Histórico de pobres para dar paso en calles adoquinadas a la gente bonita en busca de un bistrot o un pub.
Hay una red de hoteles que han construido un territorio dividido según sus intereses. Un mapa clandestino da sentido a las calles donde se acuerda con las autoridades del Distrito Federal el ejercicio de la prostitución, la trata de personas, el consumo de bebidas alcohólicas y drogas baratas a cualquier hora. De esto reciben escasas cuotas las sexoservidoras que se conforman porque su primer aprendizaje en la ciudad es el encierro y el maltrato, la poca comida y el desamparo como destino. Cuando son echadas a la calle para aprender, una estricta vigilancia de alguien que empezó igual, un padrote que puede ser quien les prometió a ellas y a sus familias el oro y el moro y los administradores del hotel como centro de poder, garantizan un control absoluto sin derecho alguno. Asombra la corta edad de la mayoría que no alcanza los 15 años y ya sabe que no hay esperanza alguna. Álvaro las ha enseñado a usar la cámara de video para filmar sus testimonios y descubrir el difícil proceso de narrar sus vidas infames. Cuando lo consiguen, cuando montan la ofrenda de muertos entre todas, descubren una solidaridad que por momentos les abre un camino nuevo. En grupo y como pueden, con Álvaro jugándose la vida en altas horas de la noche, planean su desfile de muertas, el montaje de alguna representación tradicional y los disfraces que protegerán sus rostros que no quieren mostrar.
Tuvieron una compañera cincuentona que las protegía, enfrentaba policías y funcionarios y las hacía sentirse compañeras de los mismos dolores. Con ella al frente, el Taller de Construcción del Socialismo el 1º de mayo de 2007 enarbolando cartulinas y una manta denunciando la constante violación de sus derechos humanos más elementales, no se diga el derecho a la salud y a una vida digna. La compañera Angélica Flores López las dejó organizadas y han conseguido un local donde quieren descansar, conversar, oír música, ver televisión, intentar quizá recuperar sus conocimientos del bordado, la cocina o alguna de las artesanías aprendidas en su niñez. Las flores de noviembre han llamado a su ofrenda de muertas y ahí estaremos el viernes 30 de octubre para acompañar a un grupo de mujeres singularmente infelices que por unos días descubren en el duelo festivo un alivio a sus desgracias.
27 octubre 2009
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