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domingo, 30 de mayo de 2021

Sobre el "artista" y el trabajo.

 

Si el "artista" es un trabajador, hay que comportarse como tal... Y no como estrellitas del cielo kantiano que está para iluminar la oscuridad humana... Su trabajo es comunicar, establecer y recuperar vínculos sociales...su estética es politica, su belleza, construcción sociocultural; su trascendencia es valor comunitario y su eficacia es educación...

La afirmación del ego en un ámbito tan competitivo y excluyente como el del mercado artístico, es casi inevitable... No cuestiono ese comportamiento... Sino el de aquellos que pretenden ser considerados como trabajadores, con todo lo que costó y cuesta el respeto y logro de derechos...y quieren construir algo sin debatir su rol en una comunidad...

Hay muchas personas que están en contacto con la realidad y son verdaderamente comprometidas...pero les cuesta salirse de ese rol protagónico de "representante de sentires y dolencias del pueblo", como una revelación divina... y otros que lo hacen mas desde el llano, pero que no les preocupa los puntos que enumero... estamos transcurriendo la relación del "me gusta" y eso es engañoso a la hora del debate. Debatir un rol es saber si tu lugar, tu momento y tu disciplina es la que tu comunidad está necesitando, mas allá de las necesidades sectoriales y personales... que son muy válidas...una comunidad organizada exige que podamos discutir propuestas del sector logrables y pragmáticas, como el resto de los trabajadores... por ejemplo como los compañeros de las economías populares...lo demás es participación política.

Creo que dentro de todas las cosas que tenemos que deconstruir como comunidad, es la del concepto occidental del "arte y el artista", que creció y se instaló como todos los mitos que Jauretche mencionaba en la historia de nuestro continente... Ese concepto divide, excluye, señala, elige, separa, resiente, anula, destruye estimas y logros, genera competencia, e impone reglas que solo se conocen en ámbitos que redefinen constantemente su poder y alcance político, según su necesidad de mercado. Muy poco tiene que ver con un "arte" con rol social y un desarrollo integral de la persona, elija o no ser "artista"... Si uno pretende ser un trabajador, tendrá que pensarse comunitariamente, ni sectorialmente, ni corporativamente, y abandonar aspiraciones de crecimiento económico desmesurado o éxito comercial...eso, me parece, que es parte de otra ideología... no es vender un cuadro de vez en cuando...

Marcelo Carpita

Sobre comunicación social y muralismo

 

Las personas, en general busca la forma de contar “sus cosas”, lo que “le pasa”, de forma individual o colectiva. Algunas veces la encuentra la manera eficaz, estética, aportando elementos culturales y simbólicos que nutren a la comunidad toda o al grupo al que pertenecen; y otras veces se manifiestan de forma confusa, contradictoria, llena de eufemismos que no ayudan a relacionar esa expresión con lo que se quiere contarnos...Todo es parte de la comunicación social. Creo que no hay comunicación que no sea social. Y el arte público en general, y el muralismo en particular, son disciplinas que comunican o tratan de hacerlo, a través de elementos visuales significantes para una comunidad específica. Porque la imagen es polisémica, y no podemos pretender que todas las personas entiendan lo mismo solamente viendo imágenes sujetas en un espacio bidimensional.

La publicidad, pudo estudiar y hacer eficaz este tipo de comunicación, relacionando la imagen con palabras y elementos que direccionan al observador a un objetivo claro, el consumo.

La visualización masiva de esa publicidad es necesaria y los recursos estéticos son multiples. Entre ellos está el muralismo, que devendría a un “muralismo publicitario”. Al servicio del consumo, tanto de objetos como de relatos políticos, religiosos...

El muralismo, en su historia, siempre estuvo ligado a estrategias comunicacionales. Quizá la diferencia esté en el poder que las propicia. Esta disciplina pudo “popularizarse” cuando las sociedades contemporáneas en situaciones críticas, al borde de estallidos sociales, buscaron alternativas comunicacionales al de los poderes hegemónicos, encontrando en los muros una clara posibilidad de comunicación social y propaganda.

Un relato o narrativa hegemónica es la que impone una cultura hegemónica, por lo tanto, generar alternativas implica producir narrativas y relatos contra hegemónicos.

Los pueblos arman y definen sus narrativas, a través de todos los componentes de su cultura.

Los pueblos sometidos, postergados también, y nacen como propuesta insurgente.

Un pueblo postergado en 1945 construyó y sostiene en la actualidad la narrativa que mantiene vivo al peronismo. Hoy, son las minorías discriminadas y las mayorías femeninas las que están armando, sosteniendo y resistiendo a través de sus narrativas; defendiendo el consenso obtenido a fuerza de muertes y violaciones a los DDHH, realizando movilizaciones masivas y solidarias...

Debatir cual es el relato, la narrativa, la estética y el procedimiento adecuado para llevar adelante ese proceso insurgente, contra hegemónico y solidario; que revitalice la búsqueda de identidades y memorias es tarea de las organizaciones culturales, que hoy son fundamentales para nuclear, reunir, agrupar y ayudar en la organización de una comunidad que contenga y brinde alternativas para todos.


Marcelo Carpita