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domingo, 26 de noviembre de 2017

Ética y estética de l@s canibalistas

Siempre fue tema de debate la relación entre ética y estética en el arte, sobre todo entre l@s muralistas.
Si se hace lo que se hace por "amor al arte", por"amor al pueblo", "a la causa" o por amor al dinero; pero siempre "por amor"; justificando una ética dogmatica ligada a la pura subjetividad, que va acomodando su discurso según conveniencia y coyuntura. Enfrentada al pragmatismo crudo y realista del día a día, del que eligió un oficio, una forma de producción y de comunicación que depende de un sistema, sea capitalista o socialista, y que muy lejos de poder considerarse "libre" de elegir para quien trabajar, elige trabajar.
Ya en otras oportunidades hemos discutido si el muralista es como un obrero, o como un empleado comercial o estatal, si es autónomo o trabaja bajo relación de dependencia. Si puede agremiarse o mantener su status de productor individual. Si debe mantener su independencia en el discurso o ser parte de un establishment. Si forma parte de un grupo o colectivo o si desea firmar por su cuenta. Si es un leal revolucionario por representar revoluciones en sus murales, o un traidor cerdo capitalista por callarse y decorar muros con flores y pajaritos. Si es abstracto o figurativo. Si es un interpretador o un representador de realidades. Si usa tecnología o es un purista artesano. Si tiene "permiso para la transgresión" o es un insurgente innato. Y en estos tiempos se suma si es machista/conservador/retrógrado/metodista o feminista/abierto/inclusivo/ moderno.
 En sintesis, el muralista no rompe con la lógica del individualismo mercantilista y de exitismo solo por hacer una wipala, un puño en alto o un Zapata enojado. Repite comportamientos celosos, mezquinos, de resentimiento, como cualquiera. Como todo ser que habita en una comunidad en crisis.
Es verdad que la repitencia de sucesos políticos e históricos, ese bucle maldito que no termina y obliga a revivir hechos dolorosos y sacrificar generaciones, que muy lejos de ser iguales el uno al otro van perfeccionandose con máxima crueldad y consenso, nos permite pensar que nuestra actitud y reflexión de los acontecimientos no deban ser la misma que hace diez, veinte o treinta años atrás. Por lo que es imposible, además de injusto y anacrónico, analizar el comportamiento ético y estético de un compañero, con la cuadrícula de la década de los años 70. Porque nadie se mide con la de los ochenta y noventa. Nadie votó la traición y confirmó al neoliberalsimo en aquel entonces, ni ahora. Nadie mira sus zapatos, que hay en esas suelas, si hay barro, o mierda, o simplemente están limpio, porque no se caminaron o porque se usan zapatos ajenos.
El canibalista no genera debate, se come al compañero, lo enjuicia y lo castiga condenandolo a un sacrificio ritual en pos de ese muralismo impoluto. Ese muralismo que solo puede ejercer aquel que no arriesga nada desde lo ético ni lo estético. aquel que termina copiando imagenes de una revolución que no será, por no atreverse a llamarse ratero en una realidad codiciosa.
Tal vez sean momentos de reflexionar sobre nuestras propuestas, sobre nuestros debates, de no canibalizar las relaciones. Tal vez sea momento de ensuciarse los zapatos con barro y las manos con pintura; y alzar la mirada hacia ese pueblo y ese muro que piden  una imagen solidaria y urgente, por que como dice Kusch:"...vivir en América, en suma, es poner el pié en la huella del diablo." MC